lunes, 15 de octubre de 2012

Rumbo a Nueva Zelanda. Parte 2: Maletas



Estos últimos dos meses son meses de maletas. A finales de agosto dejé mi piso de Gracia, después de más de dos años en él viviendo intermitentemente.
Entonces tocó hacer maletas, desmontar algún mueble y decir adiós al único sitio que he considerado un verdadero hogar desde que me fui de casa con 18 años. Cabe decir que la mudanza fue fácil, porque al regresar de Ecuador ya sabía que no me iba a quedar mucho en Barcelona. Así que no fue demasiado traumático.
Desde que abandoné el piso, he vivido con una maleta a cuestas, lo básico. He hecho idas y venidas a Girona, he celebrado algún viaje, y he ‘okupado’ casas de amigos y de mi chico.
Hoy he empaquetado de nuevo, y me he llevado lo poco que se quedó en mi querida Barcelona. Con miedo, me he preguntado si quedará en Barcelona algo de mí cuando vuelva. Me he sentido chiquitito, menguante.
Esto me ha hecho acordar lo que supone hacer maletas y abandonar un sitio. Llevar tus pertenencias a cuestas, supone elegir aquello imprescindible que debe acompañarte allí donde estés.  Seleccionar también lo que te identifica, te hace especial. Y desechar todo lo demás, lo sobrante.
Hacer maletas es jodido pero práctico, sientes que tu vida, por lo menos en lo material, se reduce a lo que te permiten subir en un avión. Yo cada vez intento ir más ligero… es como una lección barata para aprender a vivir con menos.
Pero hay otras maletas. Esas llenas de recuerdos, sensaciones, buenos momentos y situaciones. Repletas de personas y personajillos.
Es curioso, porque he hecho bastantes maletas de este tipo en mi vida, de ida y de vuelta. Y algunas me han costado más de llevar conmigo que otras.
Quizás esta vez, con mi madre algo pachucha, la familia algo apenada y un amor que dejo a medias, mi maleta viene más cargada que nunca.
Procuraré engrasar las ruedas, convertir el dolor en madurez. Intentar que todo fluya.
Y en una maleta pequeñita y desechable, meteré mis dudas y algunos de mis miedos. 

Con un poco de suerte, la torpeza de los aeropuertos se la llevará muy muy lejos.


Pffff…. A este paso “hpalcubo” será conocido como “HpAlDrama”…. ¡Cuánta lagrimilla asoma por ahí! ¡Pero basta! mañana algo de humor, voy a contar cómo entrar más kilos de los permitidos en un avión. El truco está en el equipaje de mano y una buena sonrisa…. ¡No digo más!

1 comentario:

  1. Voto por la torpeza aeroportuaria! Moltíssima sort, Martí. Just t'he escrit pel FB abans de llegir el post...ànims i endavant, que amb el teu somriure pots menjar-te el món!

    ResponderEliminar